Notas: Fijación oral: «Representa la primera fase de la evolución libidinosa; el placer sexual está ligado entonces predominantemente a la excitación de la cavidad bucal y de los labios, que acompaña a la alimentación. La actividad de nutrición proporciona las significaciones electivas mediante las cuales se expresa y se organiza la relación de objeto; así, por ejemplo, la relación de amor con la madre se hallaría marcada por las significaciones: comer, ser comido. Karl Abraham propuso subdividir esta fase atendiendo a dos actividades distintas: succión (fase oral precoz) y mordedura (fase oral-sádica)»

(One-Shot de Kasomicu)
«Dedo índice»
Tom estaba cansado, ha tenido un día agotador por los ensayos de la banda. Bill entró a su habitación hecho una furia y lo señaló con el dedo índice.
—¡Tú, maldito bastardo, escondiste mi maquillaje de nuevo! ¡Dime dónde mierda está, ahora o te partiré en cuatro el culo! —amenazó Bill y Tom rodó los ojos. Sabía que a veces se pasaba con Bill, en especial cuando le molestaba guardándole sus cosas, o tildándolo de chica. Pero en esta ocasión no había sido él. Prácticamente podía poner las manos al fuego asegurando que su hermano menor no había buscado bien.
—No, Bill. No escondí tu puñetero maquillaje. No sé si sabrás, pero yo no me maquillo —respondió Tom dejándose caer en la cama.
Escuchó los pasos de Bill acercarse pero recién se percató de su presencia cuando sintió su índice presionar insistentemente contra su pecho.
—Claro, ahora me dices estupideces y como yo nací ayer te las creeré, ¿no? Nadie más que tú, pequeño idiota, podría hacerme eso, solo tú, tú, tú —acusó Bill ejerciendo mayor fuerza. Tom quiso quitarle el dedo, metérselo por el culo, hacer que se lo comiese o arrancárselo de un mordisco.
No toleraba eso. Le crispaban los nervios. El que lo señalasen era algo bastante molesto como para agregarle el hecho de que lo hiciera presionando sobre su pecho. Apretó la mandíbula y le crujieron los dientes.
—Sacatudedodeahí —soltó Tom incapaz de abrir mucho la boca. Tensó todo su cuerpo. Bill se quedó quieto y lo miró desafiante.
—¿Qué dijiste? ¿Que no quieres que mueva mi dedo así? —siguió presionando con más fuerza, Tom lo tomó por la muñeca y la apretó.
Bill gimió de dolor, bajó el rostro y mordió la mano que lo sujetaba. Tom levantó su otra mano y le lanzó un golpe en el rostro para que dejase de hacerlo, sin embargo, Bill no paró. Con un movimiento rápido, Tom hizo que ambos cayesen al suelo donde la sucesión de golpes subió de tono, deteniéndose solamente cuando quedaron demasiado cansados para continuar.
Ambos con el rostro amoratado, mordidas por doquier, sudorosos y muy enojados se separaron.
Bill encontró su estuche de maquillaje debajo de su cama al día siguiente.
&
No era la primera vez que pasaba. Para Tom era un mal hábito, una de esas faltas de respeto molestas que le cegaban el juicio. Por tal motivo, cuando Bill lo hizo aquel día que estaba cansado, explotó.
Él no solía ser agresivo, y menos con su hermano. Tenían peleas épicas en las que cogían sillas y cualquier objeto que tuviesen a mano, porque a pesar de que Tom evitaba a toda costa llegar a esos extremos, cuando Bill lo exasperaba, lo sulfuraba como nadie; en especial con esa costumbre suya de señalar a la gente como si de una cosa se tratase, como si estuviesen por debajo de él.
Con un mohín se sentó, le dolía todo el cuerpo. Ahora se hablaban porque al parecer Bill había encontrado sus pinturas, pero no se había disculpado.
Tom sabía que nunca escucharía esas palabras de boca de su gemelo.
Bill se dejó caer a su costado, masticando goma de mascar, que era visible por sus labios abiertos, haciendo un ruido molesto.
—Se te va a meter una mosca —chanceó Tom buscando romper el mutismo. Bill lo miró curioso y se acercó más a él, básicamente mascando en su oreja—. Siempre tienes que estar con el hocico ocupado, ¿no? Sino es cantando a todas horas, es gritando para no sé qué prueba de resistencia y ahora… con eso. Pareces uno de esos animales de los desiertos.
—¿Camellos?
—Sep.
—Podría cantarte, si te molesta mi chicle —dijo Bill quitándose el molesto chicle rosa y pegándosela en la playera de Tom. Bien, él no le tenía asco a su hermano, pero eso le hizo enfadarse un poco.
Cogió una servilleta y se lo quitó. Bill se pegó más a él.
—Hey…
—¿Uhm? —soltó Tom jugando con los lápices de la mesilla, haciendo sonidos que pasaban por su cabeza.
—Mírame cuando te hablo —exigió Bill, tocándole el hombro con su dedo índice. De nuevo.
Tom dejó los lápices de lado y contó mentalmente mientras fijaba la mirada en su hermano. Se preguntaba por qué lo hacía, por qué si sabía que eso era peor que tener a un mosquito zumbando en su oído. ¿Era acaso un placer insano que encontraba al enojarlo al punto de golpearse y dejarse magulladuras por todo el cuerpo?
Como si su cara fuera una broma, Bill subió su mano (y su maldito índice) en dirección a su cara, y lo apuntó con él, a carcajada suelta.
Tom no iba a caer en sus provocaciones, por lo que se separó del falange que estaba posado sobre su nariz y levantó el rostro, dirigiéndose a ese dedo (con la tentadora idea de morderlo hasta que sangrase o se cayera; mutilación, comérselo incluso era un pensamiento seductor) pero se limitó a sacar la lengua y posarla ahí, en la yema de ese molesto falange. Frente a un Bill confundido, Tom siguió pasando la lengua con cadencia, tortuosa cadencia, sobre él, acariciando esos trozos minúsculos de piel, disfrutando de tener algo en su boca.
Comenzó a succionarlo y se le hizo agua la boca; quería comer, quería ser comido, quería tragar, quería todo. Y no lo comprendía porque era algo que antes no le había pasado. Ahora entendía parcialmente los deseos de su hermano por tener la boca ocupada.
Y oh. Bill lo miraba perplejo, como si hubiese entrado en algún trance. ¿Por qué? Él no era el que tenía algo entre sus labios.
Cogió otro dedo y puso los ojos en blanco. Sabía salado, sabía a Bill. Y le encantaba, no pensó que hallaría tanto placer en un acto tan común. Aunque ni tanto.
Al bajar la mirada notó el bulto en los pantalones de su hermano, también vio el suyo. Se detuvo y Bill separó su mano, agarrándosela con la otra como si tuviese temor a que Tom se la amputara.
—¿Qué demonios…?
Mierda…
Tom no supo si fue Bill o él quien hizo la pregunta, pero lo que sí notó fue que al segundo siguiente, estaban besándose.
&
No era normal. Nada en ellos lo era. Bill ya no usaba su dedo índice para señalar, prefería hacerlo con un gesto de cabeza, guardaba sus dedos para Tom, el cual se excitaba con la idea de lamerlos y de besarlo, o ser besado; de casi comerse sus labios, beber de su aliento. Todo lo dejaba muy ansioso.
Cuando Tom recibió su primera mamada se sintió bien. Cuando se la hizo a Bill, se sintió aún mejor.
El hecho de succionar, mordisquear, lamer, succionar de nuevo, tragar, provocaba que el mayor se corriera sin necesidad de tocarse.
—Lo leí.
—¿Tú leyendo? —molestó Tom. Bill siguió serio.
—Es una teoría de Freud, un tío algo demente. Pero en parte tiene razón —mencionó Bill y fijó la vista en Tom.
—Me perdí, no te sigo —lo instó a que continuara.
—Fase oral, fase oral sádica, son… etapas. Durante la lactancia pasamos por ellas, incluso dice que chuparse un dedo de bebé se debe a una pulsión sexual, cosa que me parece de locos, pero el punto es que algo de razón tiene, a nosotros nos gusta tener algo en la boca —sentenció Bill. Tom parpadeó.
—Pero…
—Shus. No que la idea de que tengas mi pene en tu boca me desagrade, no me malentiendas —farfulló Bill con ojos brillantes. Tom rodó los orbes, podía hacerse el desinteresado, pero no, en serio le fascinaba hacerle mamadas a Bill, el toque extra era verlo correrse, sin embargo, se sentía muy satisfecho consigo mismo al tenerlo así.
—Entonces, no te quejes y solo bájate los pantalones.
—Alto, vaquero —musitó Bill deteniendo los movimientos hábiles de su hermano que intentaba desvestirlo. Tom lo miró interrogante, deseoso de desnudarlo—. También leí sobre otra fase, que creo que podría interesarte, ya que te gusta tener algo dentro tuyo.
—¿Ah?
—La fase anal, Tom.
Tom sintió sus manos sudarle. No entendía muy bien de qué se trataba esa fase pero sí sabía lo que desencadenaría en su gemelo.
—¿Sugieres que cambiemos el uso de tu dedo índice?
—Creo que esta vez usaremos el dedo corazón.
F I N
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