“Mi querido Profesor” Fic Twc / Toll escrito por Medianoche
Introducción: Un Tomate flechado
El día había amanecido muy frío en aquella ciudad, amenazando a todos con alguna repentina tormenta, pero aún así las personas hacían sus quehaceres no queriéndole tomar importancia al clima, en una ciudad con clima inestable aquello les parecía de lo más normal.
– ¡CORRE QUE LLEGAMOS TARDE! –gritaron un rubio platinado y uno de rastas a su amigo de gafas que se iba distrayendo guardando algunas cosas de último momento en su mochila, era el primer día de clases para ellos tres, después de un intercambio de escuela que lograron hacer.
– ¡Hay sí! ¡Primero el trapeador no se levanta, La rata rubia me esconde mi mochila y ya quieren que corra con todas mis cosas fuera! ¡Cómo son pesados!
–Ándale Gusy que la escuela nos queda a quince buenas cuadras y no volamos para llegar en diez
–Ya voy –y habiendo terminado de guardar todo en su respectivo lugar aceleró el paso y les dio alcance a sus amigos.
Ya habían pasado siete arduos años desde que el pelinegro se marchó dejando a un destrozado rastudo solo. En los primero días tuvo visitas de Georg quien fue encomendado a enviar el resto de las cosas a su amigo y de paso iba a ver cómo iba su pequeño protegido, pero cuando no había más por enviar las visitas disminuyeron hasta hacerse nulas por la también partida de éste a otra ciudad. Y cuando eso sucedió entonces quedó colgando únicamente de su amigo Andreas.
Georg jamás le confesó el por qué se había marchado el pelinegro.
Tres años después de ese suceso es que sus vidas se cruzaron de forma distinta con Gustav, quedando de mayores enemigos a amigos muy cercanos. Cómo agradecían que sus mascotas en sexto año se hayan perdido y sido encontradas por el contrario. Después por azares del destino quedaron en un mismo grupo cuando hubieron avanzado un grado de escuela y de ese momento se hicieron inseparables los tres rubios.
Cuando su carrera dio final al llegar a su destino los tres se detuvieron a tomar aire antes de maravillarse por las grandiosas instalaciones que alumbraban a sus ojos, edificios altos, canchas y plazas amplias, notándose modernas y sofisticadas. Caminaron casi con temor buscando la dirección de ese lugar, mas al no encontrarla por sí solos decidieron pedir instrucciones a una chica delgada, alta y rubia que llevaba algunos libros bajo el brazo, con el rostro fino y unos ojos azules que fascinaban, despertando al “Tommy cazador” que nació pocos años después de la partida de Bill.
Se colocó rápidamente a su lado y pasó su brazo por los hombros de esta, sobresaltándola. Asustada volteó a verle y Tom actuó teniendo a sus dos amigos un poco detrás de él con los ojos en blanco, estaban hartándose de ese comportamiento Casanova de su amigo.
–Hola preciosa, mi nombre es Tom y vengo de intercambio junto a mis dos lelos amigos de haya atrás –les señaló con su pulgar– me preguntaba si podrías decirnos donde se encontraban las oficinas administrativas, y no sé… quizá más tarde pueda recompensarte –señaló seductor moviendo su nuevo piercing del labio (en realidad ya tenía algunos cinco años con él). La chica por su lado rodó los ojos hasta ponerlos blancos y quitó el brazo de encima de sus hombros, llevándola hasta sus más que planos pechos. Alzó una ceja. Sus amigos detrás de él comenzaron a reír un poco.
–Oh, eso no es problema, también me van los chicos –le guiñó un ojo volviéndole a pasar el brazo por los hombros. Para ese entonces muchos de los alumnos ya residentes de ahí les miraban un tanto sorprendidos
–Ajá, y además de mi masculinidad soy profesor de esta institución –y entonces las carcajadas de Andreas y Gustav estallaron como una bomba, mientras un Tom rojo hasta la raíz del cabello se alejaba de su probablemente futuro profesor. Susurró un “Lo siento” del que no estuvo seguro le hubiera escuchado–. Mi nombre es Andrej Pejic, imparto la clase historia universal, literatura y matemáticas –extendió su brazo a los tres chicos, el trenzado realmente no queriendo–. Ustedes deben ser Schäfer, Kaulitz y Müller.
–Así es –habló esta vez Gustav– Yo soy Gustav Schäfer, mi amigo Andreas Müller –le señaló– y Tom–mate Kaulitz. Y bueno, si después de la nada apropiada insinuación de mi compañero estuviera de acuerdo en llevarnos a la dirección realmente se lo agradeceríamos.
–No hay problema, síganme, incluso si quieren podría darles un recorrido por las instalaciones, justo ahora tengo tiempo
– ¡Oh! Estaríamos eternamente agradecidos –apuntó Andreas haciéndose oír–. ¿Tú qué opinas tomatito? –le picó una mejilla aún teñida por el rojo–.
–Oh, déjame rata rubia –gruñó y fue rápidamente abrazado por los delgados brazos del platinado.
– ¡Estaría encantado!
–Entonces vayamos –sonrió con simpatía a los tres.
Juntos los cuatro se dirigieron a un escondido edificio alto con unas grandes puertas de vidrio reforzado y entraron a lo que más parecía una recepción de hotel, ahí una señora de traje negro y cabello corto y rizado les recibió, saludando de beso al profesor, quien presentó a los chicos como “los del intercambio”. La otra mujer asintió rápidamente y anotando algo en su computador les hizo pasar a la oficina del director. Andrej les prometió esperarlos para darles el recorrido antes mencionado.
Lentamente se dirigieron a la puerta señalada y golpearon un par de veces, desde dentro una profunda voz masculina les concedió el pase, ahí les recibió un hombre de piel clara y cabello castaño de ojos verdes, vestido con un traje negro que lo hacía ver muy refinado, les ofreció tomar asientos.
–Así que ustedes son los del intercambio, un placer –les extendió la mano a cada uno– mi nombre es Richard Linder director de este plantel –tomó un folder manila y observó los datos de los chicos que estos contenían–.
Así que… Schäfer Gustav, destacado de informática, Müller Andreas de química y Kaulitz Thomas matemáticas y deportes… interesante, aquí no conozco a alguien de ambos ramos, o uno u otro –sonrió y se puso de pie, los chicos le siguieron– Será un placer tenerlos en la escuela, aquí tienen sus horarios y listado de materiales, que tengan un buen día.
– ¿Soy yo o nos corrió muy pronto? –susurró Andreas a sus dos amigos que se encogieron de hombros.
–Seguro es porque Tom no se bañó –bromeó el de gafas, recibiendo un golpe por parte del rastudo. Salieron de la increíblemente limpia sala y encontraron al otro platinado bebiendo café.
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¿UNA PISCINA? No podían creérselo. Según los estándares que entre los tres fijaron, una escuela era la mejor si servían pizza y tenían una piscina ¡Y esa ofrecía ambas! Claro que la primera era sólo ocasionalmente.
Cuando les ofrecieron cambiarse a una de las mejores escuelas del país ellos aceptaron más que nada por “salir a independizarse” pero jamás prestaron atención a todo cuanto ofrecía.
Al parecer el que la escuela tuviera salas como gimnasios, teatros, salones llenos de instrumentos o de distintas actividades para escolares no tuvieron el mismo efecto que la piscina, ni tan siquiera el bello jardín con un precioso lago y un exquisito puente de madera que les recordaban los jardines de su soñado Japón.
Claro que también vieron algunos otros lugares que los encantaron igualmente, y como era de esperar su amigo de gafas no quiso salir del laboratorio de informática cuando lo hubo conocido, y a Andreas el laboratorio de química le parecía un sueño hecho realidad…
…Sin embargo el rubio de rastas seguía embobado por la alberca…. Ya estaba planeando meterse al grupo de natación o algo por el estilo.
Habiendo terminado el recorrido se dirigieron al salón que sería su “primer clase” –Tras haber perdido dos horas en el recorrido por las instalaciones.
–Bueno chicos, yo ya debo ir a dar mi clase, ¿por qué no me dicen a que salones van y los dejo de una vez? –los tres rubios sacaron las hojas que eran sus horarios y se pusieron a buscar la clase que les tocaba
–Artes –dijeron los tres al mismo tiempo, Andrej sonrió– perfecto, me queda de paso, el mayor asintió sonriendo y los dirigió hasta dicho salón.
–Pues aquí es el salón de artes, que tengan un buen primer día, si tienen problemas no duden en buscarme, mi salón es el 18B –les sonrió–. Nos vemos, adiós Tomatito –y le estiró una de sus mejillas que volvió a teñirse de rojo. Le soltó y se fue a su salón, mientras Andreas y Gustav no se hicieron esperar para reírse limpiamente de su amigo. Tras algunos minutos tomaron aire para darse fuerza a enfrentar a sus nuevos compañeros.
Tocaron un par de veces y al cabo de un minuto un chico de cabello corto y negro les abrió con unos grandes ojos grises y boca rosada, Se sonrojó al verlos, más directamente al rastudo.
–H-hola… soy Johny… el profesor ahora no se encuentra –y bajando la mirada les abrió mas la puerta para que pasaran- ¿son los del cambio? –los tres asintieron
–Él es Gustav, él Andreas y yo Tom –sonrió coqueto moviendo el piercing del labio, sonrojando aún más al chico que saludó tímidamente juntando sus puños. Una manera como usual de saludarse en ese instituto. Se volvió a sonrojar.
– Te quiere robar el puesto de tomate –susurró Andreas con cierto retintín. Los cuatro pasaron al salón y los tres rubios no hicieron más que silbar de asombro, el lugar era tan bello que no parecía salón escolar.
Como si estuviera dividido en dos zonas, la primera estando ocupada por cinco pequeñas gradas dispuestas con mesas y sillas, frente a estas y en medio de la atención de todos un escritorio y una pizarra blanca, al parecer para tomar las teorías, y la segunda parte un espacio grande con una plataforma en el centro, y estantes, cajas de colores, caballetes y de más pegados a una pared colorida y con algunas fotos de personajes ilustres del arte, para las prácticas, en el fondo del salón un pared más austera con papeles pegados, y frente la puerta un enorme ventanal ocupándolo todo y mostrándoles el gran “jardín japonés” que antes les había fascinado.
–Wow, este lugar no deja de impresionarme –silbó Andreas tomando lugar junto a sus otros amigos–… ojalá el profesor sea igual de lindo que el lugar –rió ante lo dicho.
–Silencio todos –habló una voz queriéndose imponer junto con el sonido de unos tacones golpeando el suelo, el rastudo volteó a ver a la persona recién ingresada y el mundo a su alrededor se detuvo al observar aquellos ojos avellana que también quedaron fijos observando sus chocolates, totalmente sorprendidos los dos.
Cupido había vuelto a hacer de las suyas.
& Continuará &