Ah y el título de la historia viene de un programa con el mismo nombre. Era de los noventas ¿alguien lo recuerda? Mi hermano mayor babeaba por Pamela Anderson «CJ» en esa serie xD
«I Got you babe»
(One-Shot de Ady)
Se miró por última vez en el espejo de cuerpo completo que tenía en la habitación y el reflejo que este le mostró le pareció el deseado: un bañador Adidas color negro resaltaba el tono bronceado que había adquirido su piel por el sol veraniego de Ibiza, así como los tatuajes en su cuerpo. Su cabello rubio en suaves ondas que caían en su atractivo rostro, dándole un aspecto entre infantil y travieso. Por último se colocó sus gafas Channel y una gorra negra con la leyenda “high as fuck”. Cargó su bolso de Louis Vuitton y salió de la habitación.
—¡Matador como siempre, querido Bill! —Le halagó y saludó de doble beso su querida amiga Linda, quien junto a Gustav, le esperaban en el lobby del hotel. Los tres amigos se habían graduado de la universidad en Alemania y se hallaban en su viaje de auto regalo. Gustav y Linda, que eran pareja, se habían graduado en el área de Administración y Bill lo había hecho en el ámbito de Diseño. Al finalizar sus estudios y todo el papeleo formal, decidieron irse de vacaciones a España, ya que en el verano, el clima Mediterráneo en ese país era el mejor. Habían elegido las playas de Mallorca e Ibiza para pasar su estadía de quince días en el país ibérico.
—¡Tan dulce como siempre, mi querida Linda. Pero sé que dices la verdad!
—Bill “Mister ego” Wieger, ha hablado —dijo Gustav haciendo la seña de comillas con los dedos de ambas manos.
—Como sea —Bill hizo un movimiento con la mano restando importancia— También yo te amo —le mando un beso soplado.
Los tres amigos se dirigieron a la playa que se hallaba al pie del hotel. Ya una vez en ella, se acomodaron en la palapa que habían rentado en los últimos cuatro días. La playa era agradable, no estaban en la parte lujosa de Ibiza, pero era una playa hermosa: la arena blanca y fina, un precioso mar que reflejaba un azul turquesa y el cielo azul, limpio, despejado, coronándolo el radiante astro rey en todo su esplendor. Un agradable calor de 32 grados, y un buen ambiente. ¿Qué más podían pedir?
Si la vista que la madre naturaleza les había dado en ese lugar era preciosa, más lo era la vista que tenía Bill casi enfrente de él: una estación de los salvavidas, con su típico color anaranjado, su típica torre… pero lo que no era típico, era el precioso y atractivo hombre que se encontraba en ella, vigilando con su binoculares que no hubiera persona alguna a la cual salvar.
1.85 de estatura, un cuerpo de ensueño. Bill creía que era la encarnación de un Dios griego. Pectorales firmes, bíceps definidos, cintura estrecha, caderas igual. Todo su cuerpo estaba en perfecta armonía. Un cuerpo como a él le gustaba y todo eso era aderezado por un atractivo rostro. Un perfil griego en todo su esplendor. Su bello rostro era adornado por una barba bien cuidada y su melena castaña era sujetada en algunas ocasiones con una coleta baja o en otras con un coqueto moño desordenado. Sí, ese hombre era el culpable de que Bill fuera cuatro días seguidos a esa playa —rechazando cualquier salida para ir a conocer la ciudad— rentando la misma palapa solo para tener en primer plano de él; de ese espécimen bajado del cielo… o subido del infierno para pecar.
Tom —así se llama el guapo salvavidas— era el jefe de esa estación y no sólo el sueño de Bill, sino de muchas y, al parecer, muchos también.
—Hoy es tu última oportunidad, querido Billy, para ir por ese bombón. No hay más oportunidades, así que ve con todo —su amiga Linda le instaba mientras le colocaba el bloqueador en la espalda
—¡Eso haré, en unas horas más empezara mi último movimiento y espero que hoy Sí todo salga bien! —Dijo Bill con determinación.
Que hoy si salga bien …¿pues qué había salido mal?
Llegaron el lunes a esa playa y después de que Bill descubriera a Tom y casi casi asegurar que sería el padre de sus hijos —si los adoptaban o alquilaban un vientre— su mente empezó a maquinar como se daría un encuentro casual para dar paso a algo íntimo con él. La respuesta que le dio Gus por demás fue la más sensata y “lógica” que pudo encontrar: finge que te ahogas. Bill no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban y no es porque la idea fuera descabellada o errónea. De hecho era lo que se tenía que hacer, pero lo que le sorprendió fue que Gustav se lo dijera y tampoco es como si su amigo no fuera un ser pensante, sino que el mayor siempre era la parte lógica y razonable de ese trío. Siempre ponía el cerebro a trabajar ante todo y era él quien mostraba la realidad a su díscolo amigo. En otras circunstancias Gustav lo hubiera incitado a abortar tan descabellada idea y sin embargo hoy se hallaba apoyando a su amigo en su locura de atrapar al guapo salvavidas.
Con esa idea en mente, el primer día Bill pasó observando los movimientos del cuerpo de Tom —sí… también los otros movimientos de su trabajo— Le bastó un día para descubrir que se llamaba Tom, que tenía como compañeros a un chico más bajo que él, de cuerpo más atlético y que parecía ser el novio de la tercer compañera de esa torre: una chica rubia, guapa podía decir. Para ir a comer se turnaban y solo iba uno porque en la torre se quedaban dos para vigilar. Tenían un perro moteado, de raza “Braco alemán” y Bill supuso que era de Tom porque siempre lo acompañaba y por último, pero no menos importante, sabía que Tom no era español, ni nativo de ningún país de habla inglesa, porque tenía un lindo acento al hablar. Lo descubrió cuando Tom desde la torre de vigía con un parlante sugería a la gente no entrar al mar después de haber comido para evitar accidentes. Y nuevamente bastó con escucharle, para recalcar que era el amor de su vida.
Con el plan en mano y terreno estudiado, llegó el segundo día. Bill tenía ideado en su cabeza el escenario perfecto. Llegaron a la playa e hicieron el ritual de siempre. Se aplicó el bloqueador, se tumbó un par de horas en el camastro, comieron, bebieron algo y al dar las cuatro de la tarde —que ya no había mucha gente— se dirigió al mar. Primero se paseó por la orilla no tan cerca de la torre, no quería verse tan obvio ni tan poco como si se estuviera ofreciendo a Tom. No como veía que muchas lo estaban haciendo: Paseándole enfrente de la torre, contoneándose más de la cuenta solo para que él las viera. No, algo que tenía Bill y que a varias de esas mujeres les faltaba, era clase.
Cinco minutos después ya se encontraba mar adentro, a veinte metros de la playa. Había buena profundidad, la necesaria para fingir que le había dado un calambre, que se ahogaba y el lugar quedaba en perfecta periferia de Tom. Dejó que su cuerpo cayera de espaldas al mar y que la gravedad hiciera su trabajo. Nada malo podía pasar… sus ojos se cerraron y poco a poco comenzó a hundirse… Un segundo, dos segundos, tres segundos; al llegar al séptimo, Bill se desesperó y salió a flote. Salió frustrado porque había pasado por alto el pequeño detalle —pequeñísimo, casi insignificante— que él era un excelente nadador y pésimo actor. De hecho era el campeón de su escuela cuando se hacían las olimpiadas de universidades y eso, aunado al instinto de supervivencia, le hicieron salir a flote y rápidamente nadar cuando su cuerpo quiso hacer la patética representación de que se estaba ahogando. No, a Bill Weing , el actuar que estaba teniendo un accidente en el mar no se le dio y fue ahí que abortó la misión. Salió frustrado del mar para irse a tumbar en el camastro y con una mirada de no me hablen que dirigió a su amigos quedo zanjado el asunto… por ese día.
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El día tres se presentó con un nuevo plan. Puesto que Bill no podía fingir que se ahogaba, abordaría al hombre de su sueños directamente. Si algo caracteriza a Bill era ser un hombre firme, de decisiones claras y muy pocas veces vacilante para ejecutarlas. Llevaba ahora un bañador blanco con flores azules, unos ray ban, su típica gorra negra. Las primeras horas, pasó lo mismo que los dos días anteriores y al dar las tres de la tarde, se levantó rumbo a la torre de vigía. Linda le deseó buena suerte en la distancia. Caminó con naturalidad y una elegancia que le era admirada al pasar. Veinte, quince, diez, cinco metros… era lo que lo separaba de ese bombón. Su vista ya alcanzaba a apreciar a Tom en todo su esplendor —era lo más cercano que había llegado a estar de Tom en esos tres días— Tom se hallaba sentado en la pequeña escalera de la torre acariciando a su perro, llevaba un short anaranjado y el cabello en una coleta. Era el momento idóneo para abordarlo con un ¡Hola! e iniciar una plática amena. Sí, era el momento ideal… lo era hasta que una de las tantas plásticas que pululaban ahí se le acercó. La tipa que alcanzó a ver tenía rasgos asiáticos, se agachó hasta la altura del perro y le comenzó a acariciar. Vieja zorra murmuró Bill para nadie más, dándose la vuelta y yendo con dirección al mar. Su sucia táctica de ganarse al perro, de demostrar que amaba a los animales había hecho efecto, porque Tom empezó a platicar con ella y minutos después, Bill observó como a esa mujer Tom le habría el paso y subían a la torre a platicar y observar el paisaje.
Resultado del día tres: fatal.
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Bill sabía que hoy era el último día. Mañana sería el día libre de Tom, se lo escuchó decir a la plástica esa a una de sus amigas cuando salía del mar y ella se paseaba como res esperando ser comprada por un ganadero. Si habían quedado ellos o no, no lo sabía, pues apresuró el paso a su palapa. Llegó la hora y con Linda, habían ideado que lo último que quedaba era fingir delante de Tom que se le torcía el tobillo o que le daba un esguince. Sí, habían riesgos; confirmado estaba ya que Bill no era un buen actor y era algo bajo, pero era la última oportunidad. El siguiente día no vería a Tom y un día después abordarían el avión de regreso a Alemania.
Nuevamente, checó que se viera impecable. En esta ocasión no usó la gorra para dejar su cabello suelto que se mecía con la brisa del mar. Tampoco usó sus gafas. Observó su mano que estaba adornada con múltiples pulseras y una nueva que había añadido ese día. La compró a una señora que le dijo sería su día de buena suerte. Miró la pulsera azul, la acarició con su mano y emprendió el camino hacia la torre.
En su camino, parecía que todo mundo había desaparecido; bloqueó el ruido de la gente, y solo escuchaba su corazón latir, y el mar que parecía un simple murmullo. El sol, la brisa marina acariciaron su rostro y de la nada apareció una bella sonrisa. Ahora solo le quedaba fingir una torcedura en el pie y dejar que el destino hiciera su trabajo….
Con actitud firme, Bill dio los últimos pasos hacia Tom, quien estaba de pie en lo alto de la torre. En su mente ya se veía con Tom actuando como una pareja ya afianzada. En su delirio, Bill no se dio cuenta que una figura borrosa entre blanco y negro había pasado junto a él y le había tomado ventaja rumbo al mismo objetivo. Al salir de su burbuja, esa figura tomó forma de un esbelto cuerpo femenino, usaba un traje de baño blanco a dos piezas y su cabello mediano castaño, se movía con armonía con el viento. Unos segundos más y esa mujer hacia lo mismo que él había planeado: se agachó hasta el suelo, y con chillido dramático se tocaba el tobillo. Tal como lo predijo, Tom ya estaba a su lado y le tocaba el lugar lastimado, preguntándole si le dolía mucho. Se detuvo a dos metros. ¿Así de patético se vería Bill fingiendo un dolor inexistente? ¿Así de falsa sería su actuación? ¿Los otros salvavidas también rodarían los ojos justo como lo estaban haciendo al ver el truco de la mujer? No quiso ver más, pues cuando Tom la cargó para llevarla a la torre y que ésta se aferrará a su cuello con una sonrisa triunfante que Tom no vio. Fue suficiente para Bill.
—No hay nada perdido, Bill —Linda le consolaba—, ahorita ideamos otro plan para qu….
—Linda, ya para —le amonestó Gustav—, ya fue suficiente de sus juegos. Un juego absurdo al que yo accedí porque pensé que sería para pasarlo bien por un día. Sin embargo han pasado cuatro días y la obsesión no se te quita Bill —el aludido abrió la boca para refutarle, pero Gustav alzó la mano en ademán de que lo dejara continuar—. ¿Qué esperas, Bill? ¿Esperas que por arte de magia este magnífico cielo azul se cubra de nubes grises anunciando una lluvia o tormenta, que las olas del mar crezcan y se agiten para que ahora si puedas fingir que te ahogas porque el mar se enfureció? —Bill alzó la mirada hacia el inmenso cielo azul y se dio cuenta que era cierto, el clima era perfecto, hasta parecía que ese factor también estaba en su contra —y como cereza al pastel, no sabes si el chico es gay o por lo menos bi. Yo solo lo he visto tonteando con mujeres, porque se ve que le gusta ser deseado por ellas —golpe bajo para Bill— sí, eres un hombre muy atractivo, Bill, he visto como algunos hombres voltean cuando pasas junto a ellos, pero eso no te da garantías que este tipo se transforme en gay tan solo con verte y te declare amor eterno… Baja de tu nube —Knockout para Bill.
—¡Gustav no te pases, no tienes derecho de hablarle a Bill así! —le gritó Linda a su pareja— es un amorío de verano, es un juego de niños…
—Lo has dicho, Linda, niños que ya no somos… Amor —suspiró, tratando de elegir las palabras adecuadas—, no le des más vuelo a Bill. Sabes perfectamente como él y como yo, que esto era imposible desde el primer día. Ni siquiera viven en el mismo país. —Miró a Bill que había llevado su mirada a su imposible— Te amo, Bill, y por el cariño que te tengo, porque te considero casi mi hermano pequeño, me corresponde evitar que hagas tonterías, y si las haces, tratar de que salgas lo menos lastimado posible. Mires por donde le mires …esto nunca iba a funcionar.
—Tienes razón… nada de esto podría ser, era una estupidez —su voz sonaba resignada— Voy un rato a caminar, ¿vale? Los veo en el hotel.
—Bebé —le abrazo Linda con cariño— te amo.
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El cielo se estaba tiñendo de tonos ocres y dorados. El atardecer estaba en su máximo cuando Bill regresaba de su caminata por la orilla del mar. Había caminado hasta el faro y ahí se había entretenido por un par de horas viendo como en ese lado, las olas golpeaban con fuerza la base del mismo. Ese tiempo a solas le permitió pensar en lo que sería su vida de ahora en adelante. Ya una vez que regresara a Alemania, empezaría a trabajar y se prometió dejar de ser tan soñador y cursi en el camino. Era un rasgo de él, el ser tan romántico y creer que el encontrar al amor de su vida sería como en las películas. Pensó, que el guapo salvavidas sería el hombre, pero ya con la mente fría, no le quedó más que aceptar que Gustav tenía la razón y su anécdota de verano, se quedaría en solo un anhelo de su corazón soñador.
Se sentía tan bien caminar sobre la arena mojada, el sentir el agua del mar cubrir sus pies y borrar las huellas sobre la arena que él iba dejando al caminar. Así como las olas borraban sus huellas, así lo haría el tiempo con su ilusión de verano.
Unos gritos lo sacaron de su pensamientos. A lo lejos observó a Tom quien enseñaba a los nuevos reclutas las técnicas para salvar vidas. Sonrió una vez más, y diciendo un adiós Tom, ahora si, se alejó de la playa.
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Había muy buen ambiente en el canta bar. Muchas canciones habían sido destrozadas por varios aficionados pero no importaba. El objetivo era divertirse y eso era lo que precisamente hacían Gustav , Linda y Bill. Bill había sido de los más coreados y aplaudidos de esa noche, había interpretado magistralmente “American idiot” de Green Day, la cual había sido la banda favorita en su niñez y la siguiente canción aunque odiaba a la cantante, le había salido muy bien: I kissed a girl.
El lugar poco a poco se iba llenando y cada vez era más difícil esperar a que un mesero tomará su pedido de bebidas. El cantar le hizo tener más sed. No pudiendo esperar al mesero. Se dirigió a la barra del bar y ahí pidió soda con tequila. Disfrutó la bebida que bajaba por su garganta aplacando sus ansias de sed.
Un empujón le hizo beber de un solo trago el resto la bebida, tragando también un hielo que se atoró en su tráquea, impidiéndole el poder respirar, inhalar el ansiado aire que le empezaba a hacer falta. Trató de pedir ayuda con ademanes ya que no podía hablar pero nadie parecía prestarle atención. ¿Así iba a terminar su vida? El aire se le agotaba y sentía ya sus ojos humedecerse. Para el parecían minutos, una eternidad, pero solo habían sido unos segundos…
—¡Hey, hagan espacio, aléjense, necesito espacio, a un lado, se está ahogando! Una voz se dejó escuchar entre toda la música en alto y la parlotearía de la gente presente. Como pudo, logró hacer un espacio de unos dos metros y sujetó a Bill desde atrás. Colocó sus manos sobre el diafragma de Bill y contando con unritmo1, 2, 3, ejercía presión con sus manos sobre el cuerpo, para hacer que Bill expulsara lo que le tenía atravesado e impedía respirar. 1,2,3 se repitió una vez más. 1,2,3 —¡vamos, vamos respira, vamos, coopera conmigo! —¡1,2,3!… Bill tosió, expulsó el hielo y por fin pudo respirar.
Cuando al final pudo regular su respiración, se dejó caer sobre sus rodillas, llevó una mano a su garganta y tosió un poco más. Sintió la mano del hombre que le había ayudado momento atrás, bajar todavía por su espalda, tratando de tranquilizarlo. Le dijo un débil gracias.
—Me alegro que estés bien, creí que te había perdido —dijo también la voz en un tono suave.
Esa voz, esa voz ¿dónde he escuchado esa voz? Bill trataba de hacer memoria… sus ojos se abrieron al máximo al reconocer a quién pertenecía esa voz. Trató de respirar tranquilamente, pero su corazón se lo impedía y no era porque se sintiera resentido por lo ocurrido minutos atrás, sino porque ahora latía desbocado como un caballo de carreras. Con fingida calma se dio la vuelta y sí, efectivamente, el dueño de la hermosa voz era también dueño de un hermoso par de ojos castaños, que hasta el día de hoy veía, pues siempre estos los había visto cubiertos por unas gafas de sol. Ironías de la vida, Tom el salvavidas por fin le había salvado la vida… no de la manera como él la había planeado, pero le había salvado.
—Gracias, muchas gracias. Creí que iba a morir. En unos segundos vi pasar toda mi vida —respondió a modo de broma Bill, tratando de quitar gravedad al asunto y sobre todo para dejar de sentirse patético por tener su encuentro soñado con Tom de esa absurda y avergonzarte manera.
—¿Seguro qué te encuentras bien? —volvió Tom a repetir, no muy convencido, pues estaba preocupado por el muchacho.
—Sí, ya me siento mejor. Un tipo me empujó y hizo que tomara todo de un trago y ya sabes —Bill sintió la necesidad de explicarle para no quedar como un perdedor —según él— a ojos de Tom.
—La asfixia por comer o beber es algo común. Debemos de tener cuidado y sería bueno que se conozca qué hacer en caso de este tipo de asfixia si estamos solos. —Tom le volvió a frotar la espalda como si creyera que todavía el chico resentía.
—Gracias, Tom, me salvaste, muchas gracias.
—¿Sabes mi nombre? —preguntó Tom, no ocultando a la vez su sorpresa y una ligera sonrisa.
—¡Mierda! —Dijo Bill en voz baja, ¿cómo se le pudo escapar ese detalle?. Se reprochó internamente a la vez que su cerebro trabajaba a mil para hallar una respuesta a su metida de pata.
—Sí, escuché en la playa que alguien te gritaba cuando estaban entrenando y —Bill hablaba atropelladamente, cayendo en cuenta de su gran error al dar información de saber ya a qué se dedicaba Tom. Quería que la tierra lo tragara. —No, no es que yo te estuviera espiando, no, no es eso, es que yo iba caminado y escuche y, y ¡Ay Dios!, mejor me quedo callado —termino abatido su perorata. Pensando que había cavado su propia tumba.
Cuando alzó la vista, esperaba ver todo menos esa sonrisa radiante que Tom le dirigía.
—También yo te conocía, Bill —un Tom visiblemente nervioso le respondió— te había visto los días anteriores en la playa —se rasco la nuca con nerviosismo y añadió en una suave y baja voz que apenas Bill pudo escuchar —Era inevitable no verte ahí… Era inevitable no verte…
Si las mejillas de Tom se habían teñido de rosa, la cara de Bill estaba completamente roja. Sentía que hasta sus orejas estaban calientes ¡Tom sabía de él, Tom lo había visto, él sabía quién era! Joder, su corazón sentía que se le iba a salir y cuando por fin se pudo tranquilizar, su cerebro procesó que había una posibilidad muy alta de que le gustará a Tom, ¿verdad? Eso había entendido, a menos que la respuesta de Tom, su sonrojo y nerviosismo indicaran otra cosa y no lo que él imaginaba.
—Tu nombre lo descubrí hasta hace unos minutos, porque tus amigos vitoreaban Bill mientras cantabas, y por cierto, lo haces muy bien —añadió Tom con un poco más de confianza al ver los signos de gusto que presentaba Bill en su cuerpo, señales de que a él no le era indiferente.
Ambos se quedaron callados, estorbando a la gente que se acercaba por bebidas a la barra. No sabiendo qué hacer ahora que habían admitido que sabían de la existencia del otro.
—¿Vienes con alguien o estás solo? —le preguntó Bill disimulando su curiosidad. Tratando de que no se le escapara un efusivo ¡Sí! Cuando Tom le dijo que estaba solo y había accedido a unirse con él y sus amigos en su mesa y disfrutar de lo que quedaba la velada juntos.
Una vez hechas las presentaciones entre Gustav, Linda y Tom, se sentaron y entre tragos y música, la conversación entre ellos fluyó. Y fue donde se enteraron que Tom también era alemán y que trabajaba en las vacaciones de salvavidas por iniciativa de su amigo y compañero de trabajo Georg —que era el hijo del dueño del hotel el cual prestaba ese servicio a la gente— Eran salvavidas voluntarios, pero no por ello improvisados. Tenían los estudios y reconocimiento oficial de ello. Tom era arquitecto y en sus vacaciones se daba el tiempo libre de trabajar de salvavidas. Toda esa información solo le hacía acumular puntos a ojos de Bill, quien sonrío disimuladamente, escondido en su bebida al descubrir que Tom también vivía en Berlín.
—¿Y casado, con novia o comprometido? —preguntó Gustav, recibiendo un par de patadas en cada pierna por debajo de la mesa, provenientes de Linda y Bill por su intromisión. Tom recibió un discúlpalo por parte de Linda, alegando que Gus era un poco metiche. Mientras que Gus le decía en bajo a Bill que no le golpeara, que le agradeciera pues era información que Bill se moría por saber.
—No, ni casado, comprometido o novio de nadie. No he tenido tiempo para ello… ni conocido a la persona ideal para mí —mencionó Tom, desviando la mirada disimuladamente a Bill. Gesto que no pasó desapercibido por Gustav, que sabiendo de las expectativas que se estaba formando en la cabeza su loco amigo hacia el atractivo hombre, decidió echar toda la leña al asador.
Gustav fue directo al grano.
—No es que te espiáramos, pero tú torre de vigía estaba justo frente a nuestro privado en la playa. Y en algunas ocasiones observé que hablabas con muchas mujeres… más de lo normal, sé que tu trabajo consiste en vigilar y salvar vidas —se ajustó sus lentes—, pero esas chicas no parecían estar en apuros. Mucho menos peligrando su vida.
Bill no sabía si golpear a Gus con la botella de tequila que tenía a la mano o levantarse y darle un beso por ser tan noble amigo. Golpearlo por echar abajo su “por casualidad escuché tu nombre”, porque era evidente que con lo dicho hace segundos quedaba más que entendido que todos esos días ellos observaban muy bien lo que hacía Tom. O besarlo porque se atrevió a preguntar lo que él se moría por saber pero no reunía el valor para abordarlo.
Tom respondió con una carcajada y un ligero golpe sobre la mesa. Ese comportamiento les pareció extraño a los amigos que no entendían la broma o chiste a lo preguntado por Gustav.
—Tienes toda la razón. Esas señoritas solo buscaban mi atención y como mamá me enseñó a ser educado con las mujeres, yo solo les seguía el juego. Además no podía exponerlas en su mentira frente al público… pero —hizo una pausa y de repente pareció que era más importante el contenido de su vaso, pues lo agitaba y no dejaba de verlo— pero cuando les decía que era gay, cambiaban sus facciones y argumentando cualquier pretexto huían.
Ding dong, ding dong… Ese era el sonido de las campanas que Bill sabía que había escuchado y le decía que Tom era el amor de su vida.
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No, no lo hacían nada mal. Gustav y Linda habían dejado solos a Bill y Tom para que pudieran hablar y conocerse más. Para la pareja era evidente que los hombres se gustaban y con un nos toca subir a ponerles al público un ejemplo de lo que es cantar y de paso darles privacidad a ustedes, Gustav y su novia subieron al escenario. Bill que ya a esas horas no sabía dónde meter su colorado rostro ante la vergüenza a la que le exponía su amigo, se las cobraría, no sabía el cómo pero lo haría. A los ojos de Tom la situación era divertida y le hacía ganar cada vez más confianza. Ahora la pareja comprometida estaba arriba del escenario dejando absorto al público con su interpretación. Gustav era muy bien entonado y le cantaba a Linda la canción “I was made for loving you” que todos coreaban y aplaudían al chico de gafas.
Un trago, dos tragos, tres y la situación en la mesa no era precisamente lo que Gustav y su novia hubieran deseado. Lo único que fluía eran las bebidas, porque Tom y Bill se hallaban más nerviosos de lo normal. Parecía que la confianza adquirida hace minuto se fue junto con la pareja al escenario.
Tom se llevó una vez más la mano al cuello de la playera como si ésta le asfixiara, se la acomodaba, después se pasaba la mano por la nuca, era evidente que estaba muy nervioso. Bill que estaba a su lado veía de reojo todo su ritual, deseando evitarle el mal momento, pero él también se encontraba igual de azorado y no sabia como romper el hielo. Tom volvió a tomar un tequila.
—Desde el primer día que te vi me llamaste la atención. Te veía desde mi torre y me deleitaba viéndote. Como nadabas, como caminabas… hasta como tomabas el sol —agachó la mirada y luego sonrió negando— todo me gustaba de ti, pero me era imposible acercarme. No encontraba el pretexto para hacerlo y en un día que vi que caminabas hacia dónde estaba yo, bajé a mi perro para ver si podía hacerte la platica —se rió en voz alta— pensarás que es rastrero, pero no sabia como llamar tu atención. Je, da igual, eso no sucedió.
Bill estuvo a punto de responderle que él había ido a hacer lo mismo pero una de las mujeres que buscaban lo mismo se le adelantó. Se detuvo y esperó que Tom le contase lo que tenía que decirle.
—Hoy tenía pensado hablarte, porque mañana era mi descanso y al saber que eras turista y que las vacaciones ya se van a terminar, pensé que ya no te iba a ver nunca más, pero por una u otra razón no pude. Luego en la tarde, te busqué pero no estabas con tus amigos y ya al atardecer te vi a lo lejos caminando, pensativo y creí que no era buen momento y ahí pensé que se había acabado cualquier oportunidad para mí.
Fue el destino supongo lo que hizo que viniera a este lugar. No me llamaba la atención pero aun así entré y justo cuando lo hice, te vi ahí arriba, te vi cantando. Supe tu nombre y entendí que era ahora o nunca. Que hoy tenía que hablarte —suspiró y miró a Bill a los ojos— te estaba espiando, ¿puedes creerlo? Y cuando vi que te acercaste a la barra también lo hice. No era el encuentro que tenía planeado e ideado en mi mente… pero el ayudarte, elsalvartefue todo para mí. Porque no hubiera querido perderte… yo…
Sintió unos cálidos labios que se presionaban con los suyos. Abrió los ojos con sorpresa y cuando su cerebro reaccionó que eran los labios de Bill, se permitió cerrar los ojos y dejarse llevar por ese encanto. Labios suaves, carnosos, ligeramente húmedos. No necesitaba más. No ahora .
Después de un minuto en el que ambos se habían entregado a un tímido beso, Bill se separó. Le acarició el rostro. Vio la alegría en el rostro de Tom y eso le dio más valor para darle un beso más en los labios, lo tomó de la mano y con una confianza que pareciera de una pareja sólida, se dio media vuelta y se recostó en el pecho de Tom.
—También me gustaste desde que te vi. El primer día que te vi me dediqué a observarte, según yo era discreto y muy bueno, pero jamás me di cuenta de que tú hacías lo mismo —comenzó a jugar con sus dedos— intenté fingir que me ahogaba —Tom soltó una carcajada— espera, falta lo más ridículo y patético del relato— habló en voz alta porque la gente empezó a aplaudir— iba a fingir una torcedura en el tobillo frente a ti, pero esa tipa de cabello castaño me ganó y tú le prestaste atención… ¡La abrazaste, te la llevaste a la torre!… y ahí yo me sentí mal —hizo un puchero.
—Y una vez ahí adentro —le interrumpió Tom— le dije a la chica que no era bueno fingir porque el tiempo que estaba invirtiendo en ella para no dejarla hacer el ridículo ante todos, lo podría necesitar una persona que en verdad estuviera en peligro .
Bill agachó la cabeza apenado, porque justo era eso lo que él había querido hacer y ahora que lo contaba a Tom, había quedado ante él como alguien bajo, que utilizaba trucos baratos para obtener su atención.
—¡Hey, Bill mírame! No te estoy regañado, ni juzgando —lo volteó a ver Tom, quien parecía haber intuido lo que Bill estaba pensando— si tú hubieras fingido que te estabas ahogando, yo hubiera fingido que tragaste mucha agua y te hubiera dado respiración de boca a boca porque los ejercicios musculares no iban a servir de nada —le tomó de la barbilla para no perder de vista ni los bellos ojos almendrados de Bill ni su boca que le llamaba para ser besada, para ser acariciada una vez más— si hubieras fingido que te habías torcido yo hubiera sido mejor actor que tú, te hubiera vendado el pie y te llevaría abrazado hasta tu hotel porque te hubiera dicho que no podrías caminar… —movió sus cejas de una manera picara, como si estuviese orgulloso de su más grande travesura— Como ves, creo que yo soy peor o mejor persona, si así lo quieres ver. O solo es que uno se enamora y no entiende de juicios ni razones, solo actúa, solo siente… —ahora fue él quien cerró la distancia y susurró sobre los labios de Bill— Veo que tu respiración es errática, el aire no está llegando a los pulmones, ¿me permites darte respiración de boca a boca?
Ambos se entregaron a un beso intenso, cargado de sentimientos, cada uno anhelaba que con ese beso, se trasmitiera lo que sentían por el otro. Nadie dominaba, eran dos iguales que intercambiaban en un beso una muestra de su amor.
Irónicamente el oxígeno se les terminó y al abrir los ojos, Bill se encontró con unos brillantes ojos que lo veían como si él fuera su todo. Y se sintió feliz y amado. Enroscó sus brazos alrededor del cuello de Tom y empezó a darle besos cortos por toda la cara para finalizar su camino de nuevo en esa maravillosa boca. Eran dos besos que habían compartido y ya sentía que serían su nueva adicción.
—El lunes regreso a Berlín y lo primero que quiero es verte. Vivimos cerca y creo, sí creo que eres para mí —dijo Tom seguro, sin vacilar—. Quiero tener algo contigo, si me lo permites… quiero que seas mi novio.
—No lo dudes, ¡no lo dudes!—la cara de Bill estaba radiante— No por algo hice todo un plan para tenerte. No salió como lo pensaba, salió mucho mejor! Quiero ser su novio señor Tom…
—Tom Kaulitz —respondió Tom
—¿Y tú, Bill qué?
—Bill Wieger
—Bill Wieger Kaulitz… suena bien.
Bill abrió los ojos y su boca al máximo. Había escuchado bien, claro que había escucho bien. Tom le había propuesto matrimonio o bueno pensaba en casarse con él algún día.
—¡¿Qué dijiste, Tom? ¿Qué dijiste, que no escuche bien?!
Tom le sonrió de tal manera que se le achinaran los ojos. Se le acercó al oído y le susurró algo.
En el escenario Gustav y Linda habían iniciado con una canción más. Se les veía tan felices, la letra les llegaba al corazón y no sólo a ellos. Había otra pareja que también iniciaba su nuevo recorrido y que junto con las decenas de personas ahí reunidas, se les unieron en el coro.
I Got you to hold my hand
I Got you to understand
I Got you to walk with me
I Got you to Talk with me
I Got you to kiss goodnight
I Got you to hold me tight
I Got you, I won’t let go
I Got you to love me so
I Got you babe…
—I Got you babe —se besaron.
& FIN &
Yo también quiero un salvavidas como Tom!!! ^//^ Muchas gracias por leer. Nos leemos en la próxima.
La canción del final es «I got you babe«
Vaya!!! Que gran historia de ❤️❤️❤️❤️❤️❤️ estoy tan feliz de leer esta historia, 😍😍😍😍 quien no quiere un salvavidas como Tom o un sexy diseñador como Bill. Gracias!!!